domingo, 22 de mayo de 2011

22 de mayo de 2011.

Hola.
Fin de semana movidito. El viernes al salir del trabajar fui a la acampada de Jaén. Allí me esperaban César, Mateo y unos cuantos amigos. No me esperaba que se juntaran tanta gente, pero sí. Aquello fue increíble. Hacía tiempo que no se me ponían los pelos de punta de la emoción. Fue maravilloso ver a tanta gente unida por un fin, por algo que no era fútbol, un concierto ni nada de eso, sino para exigir nuestros derechos, para criticar al gobierno, para hacernos oír, para que nos oigan los políticos y los banqueros. Había gente de toda clase y condición, señores y señoras mayores, niños, jóvenes, treintañeros, cuarentones, adolescentes...
Al principio solo hablaban los de siempre, pero el ambiente se fue calentando y comenzaron a salir para expresarse parados, ancianos, adolescentes de diecisiete años. Me sentí orgulloso como nunca lo había estado de Jaén. Tan acostumbrado me tenía mi ciudad a la gente en standby. La ciudad no estaba perdida, había gente inteligente, despierta, coherente y consecuente. Los estudiantes me demostraron que no estaban todo el día de botellón, las ancianas de Jaén me demostraron que escribían poemas y que estaban informadas de la situación actual de la sociedad, no solamente veían telenovelas y salían a comprar al mercado la comida del día. Los ancianos que salieron hicieron que se me pusiera un nudo en la garganta al decirnos a los jóvenes que estaban orgullosos de nosotros. Las señoras nos dijeron que habían vuelto a creer y a tener confianza en la juventud.
Me quedo sin palabras al describir esos momentos. Me sentí parte de la historia viva de España. No me tenía que perder aquello. Estaba allí por expresar mi desacuerdo con la situación de España y a la vez era consciente del momento que estaba viviendo.
Después de unas cuantas horas escuchando a la gente nos quedamos por allí junto con el resto de la gente, más de doscientas personas. César y yo ya teníamos decidido el quedarnos a dormir de acampada allí en señal de protesta. (Por cierto, César también salió a hablar. Yo no, no se me da bien, a mi se me da bien "hablar" escribiendo, expresarme a través de las letras, me es más fácil y me expreso mejor.)
Como he dicho, habíamos decidido quedarnos a dormir allí. Los compañeros de acampada nos dijeron que finalmente la Junta Electoral había decidido prohibir las acampadas el "día de reflexión" de las elecciones, que comenzaba justo el viernes a las doce de la noche. Y otra vez que sentí orgulloso de los jiennenses. Conforme se iba acercando la hora, las doce, la gente que se había ido poco a poco de la Plaza de la Constitución, fue volviendo, y al final se sumaron más y más personas. Creo que casi más que al comienzo de la tarde. A las doce menos diez, nos sentamos todos en el suelo. Teníamos pensado decirle a la policía nacional cuando viniera que estábamos reflexionando pacíficamente y ofrecer una resistencia pasiva. Pero no hizo falta. La policía se pasó con los coches un par de veces, pero no se paró ni siquiera. Me dio la impresión de que nos miraban a través de las ventanillas y al ver tanta gente no se decidían que hacer. O quizá no tenían instrucciones de hacer nada. El caso es que al final se fueron. A las una de la noche más o menos nos levantamos y la gente se fue yendo, excepto los que nos íbamos a quedar acampados allí. Al final nos quedamos a dormir unos sesenta. Debo de decir que dormí fatal, y eso que César y yo fuimos a casa a coger unas mantas para taparnos con una y con la otra hacernos una almohada improvisada. Pero pasé frío y al dormir encima de unos cartones colocados encima de unos palés, me hice un cardenal que aún me duele en la parte derecha de la cadera, del lado que duermo habitualmente vamos...
Pero el que algo quiere algo le cuesta. Lo volvería a hacer, y de echo, si este movimiento sigue adelante como espero que siga, el fin de semana que viene volveré a quedarme. Eso sí, me llevaré una esterilla de esas de goma para dormir encima. Ya no tengo veinte años.
El sábado cuando nos levantamos a eso de las ocho de la mañana (el sol y el tráfico se encargaron de despertarnos), nos fuimos a casa y descansamos un rato en la cama, comimos y luego nos vestimos y nos fuimos de viaje. He llegado a Jaén a las siete y diez de esta tarde. He subido deprisa con el portátil y una incómoda bolsa y he ido directamente a votar. Espero y quiero creer que lo que estamos haciendo en España sirva para cambiar algo, para mejorar algo. Que no se quede en una anécdota, en unas manifestaciones o acampadas episódicas, como he escuchado decir a algunos sociólogos. Tengo esperanza de que sí, de que todo va a cambiar. A ver que rumbo toman las cosas. Yo, mientras pueda, lucharé por ello. Porque creo que es lo correcto y porque por primera vez en mi vida me siento vivo, con color, no el ser gris que he sido la mayor parte de mi vida, con el cerebro adormecido, anestesiado, atontado de tanto pan y circo, de tanta inercia social. Por fin estamos despertando, desperezándonos y abriendo los ojos. Contemplando lo que tenemos ante nosotros y dándonos cuenta de que no nos gusta, de que hay que cambiarlo. Entre todos lo vamos ha hacer. Solo hace falta un poco de coordinación, un poco de paciencia, mucha fuerza de voluntad y mucha indignación. Pero sobre todo, mucho mucho mucho corazón.

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