martes, 27 de noviembre de 2012

Las Lluvias de Castamere


Y quién sois vos, preguntó el orgulloso señor,
para haceros tales reverencias?
Sólo soy un gato con diferente pelaje,
y ésa es toda la esencia;
con pelaje dorado o pelaje carmesí,
el león garras sigue teniendo,
y las mías son tan largas y afiladas, mi señor,
como las que vais exhibiendo.
De esa manera habló, eso fue lo que dijo
el señor de Castamere,
pero ahora las lluvias lloran en sus salones,
y nadie oírlas puede.
Sí, ahora las lluvias lloran en sus salones,
y ni un alma oírlas puede.

November Rain

Siempre he alucinado con esta canción. Aquí os la dejo en versión de David Garrett. ¡November Rain!


lunes, 26 de noviembre de 2012

El Invierno del Mundo

Me acabo de pedir al círculo de lectores el libre o de este bimestre. A ver que tal está. Es la segunda parte de la nueva trilogía de Ken Follet. La primera parte se la ha pedido César, así que ya tiene la segunda parte. Yo, como siempre últimamente, me lo leeré en formato digital en mi Kindle.

Os dejo una reseña del libro:

webhz.jpg

“Esta es la historia de mis abuelos y de los vuestros, de nuestros padres y de nuestras propias vidas. De alguna forma es la historia de todos nosotros”. —Ken Follett
En el año 1933, Berlín es un foco de agitación política y social. Lady Maud, ahora la esposa de Walter von Ulrich y madre de dos hijos, publica en una revista semanal artículos que ridiculizan al Partido Nazi, mientras que Walter manifiesta su oposición en el Parlamento. Sin embargo, parece que nada podrá frenar el poder ascendente de Adolf Hitler. Cuando Ethel Williams y su hijo Lloyd visitan a la familia Von Ulrich, todos serán testigos de la tiranía y la represión de la nueva Alemania.
El dominio del Tercer Reich se extenderá hasta Francia y más allá de la frontera rusa. Mientras, en Inglaterra, Lloyd Williams, activista político como su madre, luchará en el ejército británico para intentar frenar el avance de los nazis y se alistará en las brigadas internacionales durante la guerra civil española.
En Ty Gwyn, la mansión familiar de los Fitzherbert en Gales, se alojarán los oficiales británicos y, durante su estancia, el teniente Lloyd Williams se sentirá atraído por la mujer de Boy Fitzherbert, la rica heredera americana Daisy Peshkov. En esta magnífica novela épica, Ken Follett conduce al lector a través de una Europa en ruinas, quebrada de nuevo por las guerras y los conflictos ideológicos. Los hijos de las cinco familias protagonistas de La caída de los gigantes forjarán su destino en los años turbulentos de la Segunda Guerra Mundial, la guerra civil española, el bombardeo de Pearl Harbor y la era de la bomba atómica.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Relato corto: "Te querré".

Hola de nuevo. Os dejo el segundo relato que he escrito del taller de escritura que estoy haciendo. ¡Dadme vuestras opiniones!

TE QUERRÉ


Le dijo que siempre le querría, que incluso después de muerto le seguiría queriendo y que se lo demostraría. Él siempre le miraba y sonreía cuando le decía esas cosas. "Que cursi eres", le decía. Puede que lo fuera, siempre lo había sido. Los dos vivieron felices mucho tiempo, una década, otra década, pero a la tercera algo ocurrió, una enfermedad que lo dejó postrado en la cama. Necesitaba constantes cuidados, respiración automática, medicación diaria para el dolor. No tenían dinero para contratar a una asistenta y él se ofreció a dejar el trabajo y cuidarlo. Le seguía diciendo que le quería y que siempre le querría, pero los gajes de la enfermedad poco a poco fueron enfriando la relación, desgastándola, con alguna que otra sonrisa de vez en cuando por obligación, para no hacer la vida insoportable. Ya no había miradas cómplices, no había risas sinceras. Él, mientras, lo seguía atendiendo, cuidándolo estoicamente en su enfermedad. Habían pasado mucho para abandonarlo ahora y dejarlo solo y enfermo. A veces, haciéndose el dormido, lo descubría de pié en la puerta de su habitación llorando en silencio y mirándolo fijamente. Él se sentía impotente y solo le cabía esperar a que se fuera y llorar también en soledad en la habitación que ahora se había convertido en todo su mundo, obligado por la maldita enfermedad que lo ataba a la cama.
Una mañana fría de sábado, él, que desde hacía ya muchos años dormía en otra habitación, madrugó como siempre y se dispuso a desayunar. Después iría a darle la medicación de la mañana. Su cara estaba surcada de arrugas, ya no había nada de alegría ni de esperanza en aquel rostro que le había enamorado, hacía mucho que sus labios habían olvidado sonreír. No sentía nada, había creado una barrera de piedra en torno a su corazón. Era la única forma que conocía para soportar el dolor de vivir el horror en el que se había convertido su vida.
Subió las escaleras con la medicación, entró en el cuarto y lo llamó para despertarlo. Pero ya no despertaría más. Su cuerpo estaba frío y quieto. Se había cansado de vivir. Él se sorprendió. Creía que cuando llegara este día se alegraría. Pero no, en realidad no sentía nada. Ya nunca sentía nada.
Llamó al hospital y le dijeron que lo sentían y que enviarían a un doctor para que certificara la muerte, a la policía, etc. Colgó el teléfono y bajó lentamente las escaleras, salió al jardín y se sentó a esperar. En silencio, impasible, sin decir una sola palabra. Notó como el sol iba calentándole en esa fría mañana. Escuchó los pájaros cantar, oyó distante el sonido del río. Hacía muchísimos años que no se sentaba allí, sin motivo, solo por placer, lo había olvidado. Se levantó y fue hacia la  de la verja del jardín, abrió el buzón y cogió el correo. Pensó que hoy lo revisaría sentado al sol. Facturas, publicidad y un sobre, amarillo y desgastado. Venía a su nombre. Lo rasgó, extrajo un quebradizo folio y lo leyó:
"Hola amor, si he tenido suerte esta carta te habrá llegado justo treinta años después de conocernos. Voy a narrarte esta historia en pasado, porque ¡habrán pasado 30 años!. Empiezo… Recuerdo una vez que te dije que siempre te querría y pensé en la forma de demostrártelo. Al principio no sabía como, pero luego se me ocurrió una idea. Una locura, ya lo se, pensarás que estoy tonto. Pensé en mandar esta carta que tienes en las manos cerrada en un sobre, y esta a su vez dentro de otro sobre a mi mejor amiga con unas instrucciones muy precisas. Supuse que nadie querría esperar treinta años para luego devolvértela a ti por correo, así que mi amiga tenía que mandar la carta a su vez a otra persona de su confianza justo un año después, pidiéndole que siguiera las mismas instrucciones. En esas instrucciones también especifiqué que cuando mi misiva hubiera pasado por las manos de treinta personas, debían remitírtela a ti. Y si estás leyendo esto es que todo ha salido bien. ¡Siempre he tenido suerte!. Te encontré a ti, ¿no?. Bueno, ¿a que estás esperando para ir a darme un abrazo y un beso como Dios manda?. ¡Quiero verte esa cara de pánfilo que se te habrá quedado!."
A él se le había derrumbado la coraza de piedra de su corazón. "Yo también te querré siempre mi amor", dijo en voz alta, y lloró.

Relato corto: "Cotilleo Matutino".

Hola, aquí os dejo un relato corto del taller de escritura que estoy haciendo. A ver que os parece:

COTILLEO MATUTINO


  • ¿Te has enterado de lo de Yuki? -preguntó Carlota.
Joan estaba leyendo en la mesa de la cocina mientras desayunaban e ignoraba a conciencia a su mujer. Después de cuarenta años casados había aprendido a ignorar los cotilleos de su señora.
  • ¡Joan! -insistió Carlota. Joan no tuvo más remedio que levantar la vista del libro.
  • ¿Qué quieres? -le preguntó con desgana. Antes de que su esposa dijera nada se quitó las gruesas gafas. Así al menos la vería borrosa y se podría abstraer.
  • ¡Nada de eso! -se envaró Carlota- ¡Ponte las gafas ahora mismo, que ya nos conocemos!. ¡Y trae el libro ese que tienes en las manos, esto es importante!.
  • Pero... -Joan no daba crédito- ¿Que te pasa, por qué estás así de histérica esta mañana?.
  • Porque parece que vives en otro planeta, viejo chocho -Carlota, aún con el libro entre las manos se le acercó y bajó el tono de voz, como si hubiera micrófonos ocultos en la cocina- Yuki, para que lo sepas, la escritora esa china...
  • Japonesa cariño...
  • Bueno, da igual, china, japonesa, eso da igual. Mmmmmhhh... ¿por dónde iba?.
  • No sé, aún no has empezado....
  • ¡Ah, sí, ya...! ¡Que la han matado! -Joan abrió muchos los ojos.
  • ¿¡Qué!?.
  • Sí, muerta, kaput, quieta para siempre.
  • Pero...¿cómo, quién...?
  • Sí hombre, no lo sabe la policía y quieres que lo sepa yo...
  • Bueno -dijo Joan levantándose. Cogió la tetera y se sirvió un poco de té. Por una vez, pensó, su mujer le contaba algo interesante. Conocía a la escritora asesinada. Todo el pueblo la conocía. Para una famosa que veraneaba en el pueblo era normal conocerla. Además, llevaba viniendo muchos años. Le encantaba España, y más aún los pueblecitos de montaña españoles. Más de una vez había ido a la pequeña ferretería que tenía Joan a comprar algo.
  • Bueno -dijo Carlota mirando la espalda de su marido mientras éste se servía el té.
  • Bueno ¿qué? -le espetó él.
  • ¡Siéntate ya que te cuente el resto!-
  • Espera mujer, que me eche el té, ¡qué impaciente!. -No servía de nada discutir, pensó, así que se dio prisa y se sentó de nuevo en la mesa.- Hala, sigue...
  • Bueno, pues como te iba diciendo, a Yuki la han matado. La han encontrado muerta y bien muerta sentada en la mesa del comedor con la cabeza bien metida en un pedazo de tarta. Dice la Concha que seguramente le ha dado un infarto y ha hincado la cabeza sobre la tarta que se estaba comiendo. Yo creo que la han envenenado. Eso es que la ha castigado el Señor, por ser tan zo...
  • Carlota, ya estamos otra vez. Deja a la gente en paz, ¿que te importa lo que haga o lo que deje de hacer la gente en su intimidad?.
  • Pues no, eso no es normal. ¿Una mujer acostándose con otra mujer?. -Carlota se santiguó varias veces y continuó- Eso es antinatural. Desde luego, ¡qué asco!, por eso se vendría de China aquí, porque seguro que allí la condenan por hacer esas perversiones...
  • Japón.
  • ¿Qué?
  • Que es japonesa, no china....
  • ¡Ay, ya estamos otra vez! ¡que más da!.
  • Bueno sigue -Dijo Joan. Después de muchos años ya la conocía bien y sabía que si seguía por ahí solo conseguiría discutir más. Y también sabía que si la instigaba a seguir con lo que fuera que estuviera contando, le podrían más las ganas de cotillear.
  • En fin -se resignó Carlota- que eso no es normal, que no.
  • No sé porque te molestan tanto esas cosas, siempre las ha habido y siempre las habrá.
  • Sí, pero antes éramos salvajes y ahora civilizados.
  • No sé yo que decirte...
  • Y te digo más, si por mí fuera los metía a todos en un centro de concentración de esos.
  • ¿En un campo de concentración?
  • Sí, eso -Joan frunció el ceño y la miró fijamente.
  • ¿Qué? -Quiso saber Carlota.
  • Pues que no se porque te pones así. Estás muy alterada, tranquilízate anda. Salgamos un rato. Además, aunque no te guste lo que haga...hiciera Yuki con sus amigas, no es para desearle la muerte -Joan intentaba quitarle hierro al asunto.
  • Mmmmmhhh....-Joan notó que no quedaba muy convencida.
  • Venga, salgamos a dar un paseo.
  • Bueno, venga, sí que me vendrá bien. No se porque me altero tanto. Toma tu dichoso libro.- Carlota le devolvió el libro que le había quitado al principio de la conversación mirándolo fijamente a los ojos. Fue al ir a cogerlo cuando Joan se acordó del título: “Confesiones de un asesino”.